martes, 24 de enero de 2023

UNA PATA DE CONEJO PARA TODA LA ETERNIDAD

 


Compréndanlo, eran cosas nuestras. Podía haber metido junto a mi cuerpo inerte las cientos de cartas que nos escribimos. O los recibos de las facturas que me ayudó a pagar. Incluso la lista de chistes que nos acompañó dentro y fuera del escenario durante tantos años. Y aquellos momentos de intimidad que nadie podrá conocer jamás.




- Sr. Driftwood, hace tres meses me prometió presentarme en sociedad. En todo este tiempo no ha hecho más que cobrar un generoso salario.

- ¿Le parece poca cosa? ¿Cuántos hombres cree usted que cobran un generoso salario? Puede contarlos con los dedos de una mano, mi buena mujer.

- ¡Yo no soy su buena mujer!

- No diga eso Mrs. Claypool  A mí no me importa su pasado. Para mí siempre será mi buena mujer, porque la amo. Ya ve, no quería decírselo, pero me lo ha sacado. La amo.

- Es difícil de creer cuando le encuentro cenando con otra mujer.

- ¿Esa mujer? ¿Sabe por qué me senté con ella? Porque me recordaba a usted.

- ¿De veras?

- Por supuesto. Por eso estoy aquí con usted, porque usted me recuerda a usted. Sus ojos, su cuello, sus labios… Toda usted me recuerda a usted, excepto usted. ¿Cómo se explica eso? Si es capaz de entenderlo, es buena.




Y cuando las luces se apagaban, cuando nos quitábamos el maquillaje  y aparcábamos el guión hasta el día siguiente, Julius y yo aún buscábamos tiempo para debatir sobre cultura y filosofía, sobre lo divino y lo humano. Él era desgraciado en su casa y le costaba volver; yo me sentía demasiado sola en la mía.  

El quinto hermano Marx, solía decir a todos señalándome.




A nadie le extrañó que se hiciera cargo de los gastos del entierro. Tampoco que, cuando recibió el Oscar honorifico a su carrera, mencionara mi nombre y dejara atrás el de alguno de sus hermanos de sangre. Me echaba de menos.

Doce años después tuvo su propio funeral y yo lo esperaba para continuar con la comedia.

- No es que me importe, pero, ¿dónde está tu marido?

- ¡Ha muerto!

- Seguro que solo es una excusa.

- Estuve con él hasta el final.

- No me extraña que falleciera.

- Lo estreché entre mis brazos y lo besé.

- Entonces, fue un asesinato. ¿Te casarías conmigo? ¿Te dejó mucho dinero? Responde primero a lo segundo.

- ¡Me dejó toda su fortuna!

- ¿No comprendes lo que intento decirte? Te amo.

Siempre me consideró su amuleto de la suerte.

 

                                               Mercedes Suárez Saldaña

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