martes, 26 de mayo de 2020

AMISTADES DE ANTAÑO




Yo siempre ahorraba para comprarme el último ejemplar. Ella, en cambio, estaba sin blanca cuando llegaba el viernes. La veía en el quiosco de la esquina desde mi ventana. Se aprovisionaba de regaliz, piruletas, pipas y chicles, sentándose luego en la acera a comer las tentadoras golosinas con otros niños del barrio. Yo mientras me quedaba en mi habitación contando las pesetas que, poco a poco, iba acumulando. Así conseguía tener mi tebeo el fin de semana. Lo olía y acariciaba antes de abrirlo y sumergirme en la lectura de sus páginas, triunfante por mi perseverancia.

Luego llegaba ella y me rogaba que se lo prestara. Solía enseñar morritos alegando que no había podido comprarlo y asegurando que se moría por leerlo. Por favor, por favor, por favor. Yo recordaba las chucherías que había disfrutado durante la semana pero no tenía valor para negarme. Y se sentaba allí mismo, bajo la ventana de mi cuarto, con el cómic sobre sus piernas y gozando de la lectura. A veces su madre la llamaba y, como no lo había terminado, se lo llevaba a su casa. Un día me lo devolvió con la portada desgarrada. 



Hace unos días me ha encontrado en Facebook. Han pasado muchos años, pero no puedo olvidar aquella maravillosa amistad infantil. ¿Te acuerdas de cómo disfrutábamos con las aventuras de Mickey y su pandilla?, ha escrito.

Dos segundos he tardado en bloquearla. 

                                                                Mercedes Suárez Saldaña

miércoles, 13 de mayo de 2020

NUNCA ADIÓS





17 años son muchos.
Día tras día, hora tras hora. Siempre atendiéndote. O mejor dicho, tú atendiéndonos a nosotros. No se te escapaba un suspiro, una lágrima, unos ojos preocupados. Tampoco las risas ni la alegría. Conocías cualquier sentimiento que surgiera y, si era el caso, tratabas de aliviar lo que pudiera afectarnos. Sabías, de ese modo sabio que tanto te admiré, que a veces solo se necesita una caricia, un roce, una mirada para hacer que tu compañero se sienta mejor.
Pero 17 años son muchos. Caminatas en el campo, baños de mar, paseos por el pueblo. Y esos saltos al subirte al coche queriendo ser la primera en acomodarte en el asiento. Allá vamos, parecías querer decir. No importaba dónde, eso te daba igual, lo esencial era que pudiésemos emprender el viaje. Pretendías contagiarnos de tu entusiasmo y lo conseguías. Envejecer sin olvidarse de que jugar siempre es una buena solución ante cualquier circunstancia.
Sí, 17 años son muchos. De buscarnos constantemente, de echarnos de menos cuando alguno faltaba, de recibir al que llegaba con la felicidad reflejada en el alma. Un alma cuyo propósito parecía ser el de agruparnos a tu alrededor y disfrutar del momento. ¡Si la vida es muy sencilla!, decía tu mirada.
Sin embargo, 17 años han sido pocos para estar contigo. Quisiera poder seguir acumulando anécdotas y aventuras. Quisiera encontrarte en casa, esperándome, cada vez que abra la puerta. Que volvieras a sentarte conmigo en el patio para oler las flores que tanto te gustaban. Apoyar tu cabeza en mis rodillas. Que mi mano acaricie la calidez de tus rizos y acompase el rítmico latido de tu corazón. Sentir ese amor incondicional traspasándome los sentidos.
Ya no puedo verte pero te has quedado muy dentro de mí.

                                                                                 
                                                           Mercedes Suárez